El teatro y la peste… y Tik Tok



La primera mitad del siglo pasado dejó como herencia a una persona que bien podría considerarse heredero de las Vanguardias artísticas y pionero de las Postvanguardias (Neovanguardias, Teatralidades Vanguardistas, depende del autor que usted consulte): Antonin Artaud.

Artaud siendo bello y enigmático

Artaud tuvo la influencia del teatro oriental en su vida (el balinés, para ser específico) y ello lo llevaría a nuevas búsquedas que, hasta ese momento, no habían sido abordadas de esa manera en Occidente. Él quería llevar al humano a una era de la consciencia prelógica, aquella donde aún no hemos conseguido domar al inconsciente y en la cual le permitimos, con los riesgos que ello conlleva, que nos muestre la verdad de nuestro ser… Citando a Luís Roberto Alves “Zague”; “impresionante”, ¿no es así? Y es que Artaud planteaba romper por completo un paradigma occidental, llevándonos a la búsqueda de nosotros mismos mediante evitar seguir lo “bueno”, socialmente hablando, ya que eso es la “perversión última” y, por el contrario, nos invita a que alcancemos nuestro potencial a través de las prácticas que son realmente de la Naturaleza (misma que consideraba antisocial por definición).

Bajo estos preceptos crea el denominado Teatro de la Crueldad (del cual no ahondaré en esta ocasión, le pido al lector me disculpe), de él podemos encontrar una suerte de explicación, con sus manifiestos incluidos, en “El teatro y su doble” (1938). Y dentro de este libro tenemos un capítulo denominado “El Teatro y la Peste”, el lector avispado (y el no avispado también), podrá inferir que de ahí tomé prestado parte del título para esta segunda publicación, ¿por qué? En breve satisfago su curiosidad.

Montaje de "Los Cenci" por el buen Artaud

A grandes rasgos el mencionado capítulo nos habla, como su nombre hace suponer, de la peste. Artaud inicia elucubrando un relato de una en específico (la de 1720 en Marsella) sólo como pretexto introductorio para pronto hacer un paralelismo entre el Teatro y esta terrible enfermedad, mismo que elabora hablando de la manera en la que este virus desmoralizó a la sociedad y cómo las formas de ésta eran totalmente desintegradas bajo el efecto del flagelo de la epidemia. Sin embargo, pronto dota a la enfermedad de un rasgo más allá de lo físico y la equipara con un mal del espíritu… y aquí es donde entra el Teatro, mismo que denomina como; “la gratuidad inmediata que provoca actos inútiles y sin provecho”.

Asevera que el Teatro aparece en la vida del humano como una herramienta para restituir los conflictos que habitan en él y que, al igual que la peste, es un delirio y es contagioso. Pero no se parece a ésta sólo por esas características; sino porque manifiesta, a través de la exteriorización, la revelación de nuestro espíritu, donde lo imposible se convierte en nuestro elemento normal. A su vez, desata conflictos, libera fuerzas, desencadena posibilidades, y si acaso estos elementos fueran oscuros no sería la culpa ni del Teatro ni de la peste; sino de la vida.

Y no se me podrá negar el hecho de que, como resultado de este virus que padecemos actualmente (COVID-19), gran parte de nosotros nos hemos convertido en verdaderos histriones (término que proviene de aquellos músicos y bailarines de Etruria, específicamente Histria, mismos que, mediante su arte, calmarían a los dioses que habían enviado una epidemia a Roma [conocida como Peste antonina]), es decir actores, para lo cual no fue necesario el estudio de un método ni años de preparación sino algo todavía más devastador: El enfrentarnos a nosotros mismos. ¿Cómo ocurrió esto último? Tan solo fue y es el resultado colateral de la cuarentena que vivimos todavía hoy en día.

¿Por qué el éxito de aplicaciones como Tik Tok o similares? Al tener que confrontarnos a nuestra propia existencia anodina tuvimos que encontrar consuelo en el otro, sin importar quién sea el que pueda vernos del otro lado de la pantalla. Descubrimos que necesitamos ser vistos, aplaudidos o criticados, que sólo podíamos existir si alguien más (aunque fuera de manera virtual) validara dicha existencia con un like (o como lo denomine la aplicación de su gusto) o si tenemos suerte hasta con un comentario. Sin embargo “todo muestra en el aspecto físico del actor, como en la del apestado, que la vida ha reaccionado hasta el paroxismo; y, sin embargo, nada ha ocurrido. El hombre que inventa personajes que nunca hubiera imaginado sin la plaga y los crea en medio de un público de cadáveres y delirantes lunáticos…” (Artaud, 1938, 29).

TikTok siendo... TikTok

¿Acaso usted, lector, no es de aquellos que juró que jamás usaría una aplicación similar y terminó sucumbiendo a ella? ¿se ha preguntado el motivo real? ¿aburrimiento quizá? ¿es algo que sólo hacen los jóvenes?... le aseguro que no, puesto que hasta Sir Anthony Hopkins usa la aplicación. Por ello los invito a que indaguen profundamente, a que se tomen el tiempo de preguntarse a ustedes mismos qué los llevó, ya sea a terminar ahí siendo actores creando contenido virtual, o a consumirlo, criticarlo, etcétera. Es decir, les sugiero algo similar de lo propuesto por Artaud: Quítense la lógica de encima y enfréntense un poco a su inconsciente, a la raíz real del pensar que lleva al accionar.

Y de nuevo retomo el paralelismo que hace Artaud entre el Teatro y la epidemia: ¿Por qué han triunfado este tipo de aplicaciones o mecanismos virtuales de “hacer teatro” (sobre si es Teatro o no podemos discutirlo en otra ocasión, de entrada, les digo que no lo es, podría equipararse quizá con el término griego théaomai [ver aparecer] empero uso el término Teatro para fines prácticos) en la cuarentena?... Porque el ser humano necesita saber que existe y en este momento de recluimiento social sólo es posible en el hogar a través de los miembros de nuestra familia, para los que no estamos solos, o mediante “clases” y/o reuniones virtuales se nos puede hacer saber que existimos pero sólo porque el otro así me lo hace ver , pero pareciera que eso ya no es suficiente y lo que realmente se desea es buscar trascender (fin último del ser humano, según muchos filósofos) para lo cual ya no basta (ni es suficientemente satisfactorio) tener un hijo, plantar un árbol o escribir un libro, no, ahora el ser humano prefiere volcar todo lo que es, o cree ser, en este tipo de aplicaciones, mismas que cargan con la fuerza de una epidemia realmente imparable  ya que “el teatro, sin matar, provoca en el espíritu, no ya de un individuo sino de todo un pueblo, las más misteriosas alteraciones” (Artaud, 1938, 30). Entonces, ¿es posible que una serie de videos de ni siquiera un minuto o publicaciones que caducan en 24 horas, pudieran ocasionar estas mismas alteraciones y tener más trascendencia que la pandemia en sí?... por supuesto, ¿por qué? Porque “hasta que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida, y tú le llamarás destino”. (Jung, 1950).

Así que invito al lector a que, en tiempos de peste o no, cuestione y exprima hasta las últimas consecuencias a su inconsciente, que se pregunte por qué acciona como acciona, no tenga miedo, le aseguro que, le guste o no el resultado, será de gran ayuda...  el agradecimiento ya me lo dará después. 


¿Quién iba a imaginar a estos tres juntos?


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